Carta de Roberto Amador, trabajador de Gestamp, desde la planta tomada
Sobre el puente grúa no solo se encuentran los motores y poleas. Sobre el puente grúa hay nueve hombres. Con sus contradicciones. Con sus miedos. Pero con unas ganas y una fuerza enorme.
Sobre el puente grúa no solo se encuentran los motores y poleas. Sobre el puente grúa hay nueve hombres. Con sus contradicciones. Con sus miedos. Pero con unas ganas y una fuerza enorme.
Ayer cuando fue la previa decidimos entrar por dos puntos. Uno fue la entrada que hice con mis manos y un alicate en el tejido. La otra la que hicimos junto a la reja cortando la carpa. La policía nos siguió hasta la entrada. Yo entré último por lo que casi me agarran pero de algún lugar del cuerpo salió mas fuerza y el último empuje me ayudó a manotear la puerta e ingresar. Todos corrimos al puente. Y los compañeros quedaron helados. El Eze y Arturo buscaron el control del puente y no lo encontraron, pero en la casualidad está la mano del hombre y el puente grúa estaba posicionado perfectamente. El video donde manotean al Eze y Arturo es la muestra de la amistad. Uno no lo quiso dejar al otro. Y nosotros ya en el puente arrojamos cajas con lamparones en su interior. Les gritamos con rabia, hasta que una caja golpeó a un rati y soltaron a los compañeros y lograron subir.
Pasamos frío. Por error la mochila con comida quedó en la carpa, y sin buen alimento el frío se potencia. Pero no importó. Bancamos la noche sobre cartones. Dormimos de a grupos.
Tuvimos que caminar por los rieles del puente grúa mostrándoles que no jugamos.
De esa forma nos ingresan cosas a cuenta gotas. Las oficinas de gerencia se han transformado en un verdadero cuartel militar. Hay uniformes de todo tipo. Y hombre dentro de ellos que nos miran con rabia. De la seguridad y pedantes de la gerencia vista ayer, pasamos a un diálogo de hoy. Se los nota nerviosos.
No está descartado un desalojo, pero puedo asegurarles que sería un caos, con posibilidad de que alguien muera (de ellos o nosotros). No hay mucha superficie donde luchar y eso lo hace complicado, no imposible.
En la plena noche escuchamos el agite de los piquetes. Eso nos da mas fuerza, mas de la que hay sobre este puente que diariamente carga toneladas.
Todos estamos aprendiendo que sin miedo no hay coraje. Los negociadores te intentan comer el oído, los fiscales te hacen sentir culpable, la yuta te hostiga al punto de la burla. Y los centristas muestran que no sirven siquiera para pelearse cuando tu compañero está cagado de hambre.
Acá hay valor. El valor de una clase que aprende que sus enemigos llevan uniforme, y que los patrones no tienen las manos sufridas como los obreros.
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