Comunicado de prensa
Se trata de Atilio Gustavo Calotti, detenido ilegalmente en 1976 cuando trabajaba en la Jefatura de la Policía provincial, a un pasillo de distancia de la Dirección de Investigaciones que comandaba el represor. Contó su paso por tres campos de concentración y por la Unidad 9 de La Plata, “que era una prolongación de los centros clandestinos”. Fue el último testigo antes del receso por la feria judicial: el juicio se reanudará el próximo 10 de agosto
Por Vanina Wiman (para Justicia Ya en La Plata)
LA PLATA (20-07-06) - El sobreviviente de la represión ilegal Atilio Gustavo Calotti contó hoy al Tribunal Oral Nº 1 que fue secuestrado dentro de la Jefatura de la Policía de la provincia de Buenos Aires, a metros de donde funcionaba la Dirección de Investigaciones de la fuerza, comandada por Miguel Etchecolatz. El testigo indicó que el grupo de tareas, antes de sacarlo del lugar, lo hizo pasar por el despacho del represor.
Calotti -quien viajó desde su residencia en las Islas Comores (África) para declarar- narró hoy ante los jueces su paso por tres centros clandestinos de detención del “circuito Camps” y por la Unidad Penal Nº 9 de La Plata, en un cautiverio que se prolongó durante tres años. En dos de esos campos de concentración, estuvo detenido junto a Nilda Eloy, cuyo secuestro y torturas se investigan en este juicio.
“Me detuvieron el 8 de septiembre de 1976 a la tarde, en mi lugar de trabajo”, comenzó Calotti, que en aquella época tenía 17 años, era alumno del Colegio Nacional y trabajaba como empleado en la sección de Correos de la Tesorería de la Jefatura de la Policía provincial. Y agregó que quien comandaba el grupo de tareas que lo detuvo “era el comisario (Héctor Luis) Vides, al que apodaban «el Lobo»”. Ese represor -que ya falleció- “era uno de los hombres pesados de estas patotas, y dependía de la Dirección de Investigaciones”.
El testigo indicó que los secuestradores entraron a la oficina en donde trabajaba, “que estaba a treinta metros” del despacho de Etchecolatz. “Vides -detalló Calotti- me decía que yo era un terrorista, un subversivo y, recuerdo bien sus palabras, me dijo: ‘te voy a masticar todo, me vas a decir lo que sabés’ ”.
El represor llamó entonces a la guardia, e hizo trasladar a Calotti al despacho mismo del entonces Director de Investigaciones: “Ahí me esposaron, me cubrieron con una manta o una frazada, y me dejaron como una hora, hasta que vinieron a buscarme”, recordó el sobreviviente.
Arana: “El tiempo en esas circunstancias se hace muy largo”
Su primer lugar de detención clandestina fue la División de Cuatrerismo de Arana. “Fue una cosa muy expeditiva: en cuanto llegamos me hicieron desvestir, me ataron a un catre y comenzaron a torturarme con picana eléctrica”, contó el testigo, y agregó que en varias ocasiones reconoció la voz de Vides durante los tormentos. Las sesiones de torturas se prolongaron durante diez de los quince días en que estuvo secuestrado allí. “Y el tiempo en esas circunstancias se hace muy largo”, expresó.
En la celda en la que estuvo durante su paso por Arana “había más o menos 15 personas, todas en la misma situación que yo: detenidos, torturados, heridos”. “Una de las peores cosas era saber que en cuanto la puerta se abría, iban a venir a buscar a uno de nosotros -describió el sobreviviente-. E imaginar que la tortura iba a comenzar de vuelta era insoportable”. Durante su cautiverio en ese lugar, Calotti a menudo escuchó disparos de armas de fuego, por lo que supuso “que había fusilamientos”.
“Allí no había edad, y la gente era de todo horizonte político y profesional”, señaló el testigo, y mencionó, entre otros compañeros de cautiverio, al grupo de jóvenes secuestrados durante “La Noche de los Lápices”, el 16 de septiembre de ese año.
En una ocasión, Calotti fue llevado a una pequeña oficina y por debajo de su venda vio, sobre una mesa, una serie de objetos que reconoció como suyos: su toalla, ropa, cigarrillos. Su familia -que suponía que estaba detenido, pero ignoraba dónde- le había querido hacer llegar algunas cosas, y para eso se contactó con un empleado de la Dirección de Investigaciones policial: evidentemente, allí constaba la información sobre el lugar de detención del joven, “porque las cosas llegaron, aunque nunca me las dieron”.
El testigo contó que tanto su hermano como su madre y el compañero de ella trabajaban también en dependencias de la Policía provincial: “Obviamente todos ellos se quedaron sin trabajo”, destacó Calotti, e indicó que a los tres se les hizo firmar un texto de renuncia, pocos días después del secuestro de Atilio.
Quilmes: “Ahí empecé a ver mi cuerpo”
En la noche del 23 de septiembre de 1976, hubo un gran traslado de prisioneros: fueron sacados de las celdas y ubicados dentro de camiones policiales y patrulleros. “Se armó una caravana, iban tocando sirenas, fue un viaje largo”, recordó Calotti, y añadió: “A mitad de camino, pararon y bajaron a algunos en un lugar, y nosotros seguimos en la caravana”. En esa parada, se llevaron a gran parte del grupo de adolescentes de “La Noche de los Lápices”: todos los que bajaron allí permanecen desaparecidos.
La Brigada de Investigaciones de Quilmes, conocida como el “Pozo de Quilmes” fue el siguiente lugar de cautiverio de Calotti. En ese centro clandestino, había dos pisos completos destinados a prisioneros ilegales. “Y las condiciones de vida eran las mismas: inhumanas”, describió el testigo.
Durante su paso por el “Pozo de Quilmes”, Calotti fue llevado nuevamente a Cuatrerismo de Arana, para ser torturado otra vez. “Nunca llegué a comprender por qué empieza esto de vuelta, porque las preguntas eran intrascendentes”, expresó. Luego fue devuelto a la Brigada, en donde pasó los siguientes tres meses.
“Ahí había un movimiento de detenidos muy grande”, puntualizó el sobreviviente, y agregó que los traslados eran muy frecuentes: “Es difícil describir esa situación de incertidumbre”. Recordó también que, en varias de esas ocasiones, a los prisioneros “los sacaban, los bañaban, los afeitaban, los perfumaban y se los llevaban. Uno con sus 17 años pensaba que era para liberarlos”.
Mientras estuvo en la celda del “Pozo de Quilmes”, rememoró Calotti, “empecé a ver mi cuerpo: tenía desde los hombros hasta las rodillas como toda una coraza, una placa de sangre y quemaduras; como una cascarita, pero en todo el cuerpo”. Ni él ni ninguno de sus compañeros de detención tuvieron nunca atención médica para sus heridas: “Ahí todo se curaba con Pancután”, ironizó.
Fue en este centro clandestino en que Calotti compartió por primera vez el cautiverio con Nilda Eloy. Ella estaba en el piso de abajo, junto a Emilce Moler -quien también declaró en este juicio-. “Una vez, me agarraron hablando muy fuerte con Emilce, yo desde el segundo piso, ella desde el primero. Como castigo, me dieron una golpiza y me dijeron ‘vos no comés’, y durante una semana me dejaron sin comida”, recordó el ex detenido.
En una ocasión, Calotti fue sacado de su celda y llevado a una pequeña oficina, en donde lo recibió un hombre de traje que le hizo firmar su renuncia a su trabajo en la Jefatura de Policía: “Era con fecha anterior a mi detención, estaba fechada el 2 de septiembre; supongo que querían cubrirse”. Y narró que en la Brigada “cada policía que venía, decía ‘este es un traidor’, y yo al menos una patada recibía”.
El 15 de diciembre de 1976, la madre del joven secuestrado fue a la Dirección de Investigaciones policial, y pidió entrevistarse con su titular, Miguel Etchecolatz. El represor la recibió, ella le preguntó por su hijo y, con la intención de presionarlo, le mintió: “Mi madre le dijo que sabía que yo estaba a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Él le dijo ‘vaya a tal oficina y hable con tal persona’, y allí le dijeron ‘sí, en efecto, está a disposición del PEN’ ”. Y le informaron que su hijo estaba detenido en la Brigada de Quilmes.
Cerca de esa misma fecha, en el “Pozo de Quilmes”, Atilio Calotti fue sacado de la celda y llevado a una oficina, en donde le tomaron las huellas dactilares y le hicieron una ficha. Días después, pudo recibir la visita de su madre. Pero cuando ella volvió una semana más tarde para visitarlo otra vez, no se lo permitieron: “Le dijeron ‘su hijo nunca estuvo aquí’ -señaló el sobreviviente-. Y otro policía le avisó que yo ya estaba en la Comisaría 3º de Valentín Alsina, en Lanús”. Había sido trasladado allí el 21 de diciembre.
En este tercer centro clandestino de detención -que dentro del “circuito Camps” cumplía la función de paso previo a la “legalización”-, Calotti compartió el cautiverio con muchos de sus compañeros de otros campos, entre ellos con Nilda Eloy, que estaba en una de las celdas de mujeres.
Calotti estuvo allí un mes, y en enero de 1977 tuvo su último traslado, esta vez a la Unidad 9, a donde eran enviados los prisioneros varones que eran puestos a disposición del PEN.
U9: “Era una prolongación de los centros clandestinos”
Cuando llegó al penal de La Plata, Calotti fue llevado inmediatamente a los pabellones de castigo, conocidos como “chanchos”. “Era un calabozo sin nada, con una ventanita a 4 metros de altura, y cerrado con una puerta hermética -describió-, pero al lado de los lugares de los que venía, yo pensé ‘si esto es la cárcel, estoy bien acá’ ”.
Sin embargo, su paso por el penal no fue mucho mejor que las condiciones de vida en los campos de concentración: “Era una prolongación de los centros clandestinos”. “Los pabellones de castigo eran pabellones de torturas”, señaló, y añadió que “todas las noches pasaba un enfermero y entregaba pastillas para dormir, porque en ese lugar era imposible dormir”.
Calotti también habló de los prisioneros a quienes se dejaba en libertad para asesinarlos en la puerta del penal, bajo la excusa de supuestas fugas, y contó los casos de Horacio Rapaport, Guillermo Segalli y Juan Carlos Deghi, todos asesinados con ese procedimiento. También recordó el caso de Alberto Pinto, un detenido al que habían traído desde una cárcel de Córdoba: “Un día lo sacaron de la celda y como parecía grogui, ebrio, y no contestaba, lo llevaron al pabellón de castigo, lo golpearon y creo que le reventaron el bazo; lo tuvieron que llevar al hospital y ahí murió. Y resulta que él era epiléptico, y las pastillas que tomaba eran las que lo dejaban así, como dormido”.
“Y a (Rubén) Saposnik lo dejaron seis meses en el pabellón de castigo -recordó el ex detenido-. Cuando salió parecía un fantasma”. Calotti también contó que en la Unidad 9 solían recibir la “visita” del coronel del Ejército Carlos Sánchez Toranzo, que funcionaba como enlace entre el Primer Cuerpo de Ejército y el Servicio Penitenciario Bonaerense.
“Me entrevistaba para ver qué grado de subversivo era, me catalogaba”, sostuvo el sobreviviente, y relató que en una ocasión el militar le hizo firmar una declaración en la que decía “que renunciaba a las bandas terroristas”. “Lo hacían para cubrirse -explicó Calotti-, porque si me liberaban y decidían eliminarme, podían decir ‘no, este es un traidor a su grupo y lo mataron sus compañeros’ ”.
Atilio Calotti fue liberado el 25 de junio de 1979, casi tres años después de su secuestro. “Nunca tuve una causa. Pedí varias veces por optar para salir del país, pero siempre me lo negaron”, indicó. Y agregó que tres meses después de su liberación, tuvo que irse del país: “Yo notaba que me seguían, pero primero no le presté atención”. Pero a fines de octubre, un amigo que trabajaba en la sección Imprenta de la Jefatura de Policía le dijo: “Te tenés que ir porque te van a matar”. “A los pocos días -concluyó el sobreviviente-, mi familia me llevó en auto a la frontera con Brasil, pedí asilo político en San Pablo, y de ahí salí a Francia, que fue el primer país que me dio el salvoconducto”.
Después de la feria judicial
El testimonio de Atilio Gustavo Calotti fue el último antes del inicio de la feria judicial, que se prolongará durante las próximas dos semanas. Las audiencias se reanudarán el próximo 10 de agosto. Desde “Justicia Ya en La Plata” estaremos informando sobre el cronograma de las audiencias para la segunda etapa del juicio oral contra Miguel Etchecolatz.