Lo que demuestra el Juicio a Etchecolatz
MUCHOS TESTIGOS confirman con su relato que la Iglesia apoyó y colaboró con la dictadura militar.
Nilda Eloy, testimoniando su paso por la “La Cacha”, relató “Al lugar concurría un sacerdote al que le decían «el padre Manolete»...era el mismo que atendía en la Catedral a los familiares: monseñor Callejas”...“lo que hacía era hacernos poner las manos adelante, para poder pisarlas”.
Alfonso Dell’Orto, el papá de Patricia, asesinada en el “Pozo de Arana”, destacó las gestiones realizadas ante el ex secretario del vicariato castrense, monseñor Graselli, hoy conocido armar un fichero con datos de los familiares de los desaparecidos que acudían a él, y luego pasarlos a las fuerzas de seguridad como información de base para nuevos secuestros. Con tiempo para la más cruel ironía, el entonces cardenal Primatesta, le respondió a Alfonso “que no sabía nada (de su hija), que se hiciera fuerte, que en algún lugar del paraíso Dios tenía un lugar”.
Julio López, secuestrado en Arana, escuchó que una mujer mayor pedía que no la golpearan. "Decía: ’¿por qué no me defendió, Padre?’. Le preguntaron quién la había traído, y dijo que era (Monseñor Antonio) Plaza". El testigo agregó: "Aparentemente, ella se había refugiado en la Catedral para que no la secuestraran, y Plaza les dijo (a los represores) ’yo se las voy a llevar’. Y ahí estaba".
El papa Juan Pablo II y el Vaticano
Chicha Mariani, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza, en la búsqueda de su nieta Clara Anahí, aun apropiada, también acudió a la Iglesia. Entre otros, se contactó con Monseñor Plaza. "Plaza me interrogó más que ayudarme", dijo. La derivó a Monseñor Montes. "La primera vez, Montes me atendió muy bien y me dijo ’yo se la voy a conseguir’, pero la segunda vez, estaba serio, muy enojado. Me dijo que me dejara de molestar”... “me señaló la puerta y me dijo: ’señora, le falta fe. Rece’ ".
Chicha, relató que junto a Abuelas visitó el Vaticano en 18 oportunidades. Nunca consiguieron que las reciban.
Mientras esperaban el paso de Juan Pablo II, alguien le avisa que están allí y al pasar a su lado “se dio vuelta para otro lado, no nos miró, no nos saludó”. Chicha dijo que sabía lo que hacía: “supimos que el Papa Juan Pablo II tenía nuestra carpeta sobre la mesa de luz”.
Estos son algunos fragmentos que demuestran un trabajo mancomunado entre los milicos y la Iglesia. Nuestra pelea continuará hasta que vayan a la cárcel todos los que colaboraron con el genocidio. Eclesiásticos, también